
Tendencias en Colores y Texturas para Interiores 2025: El Año de los Contrastes Sensoriales
Colores: entre la calma y la expresión
La paleta 2025 viene cargada de intención. Se consolida la tendencia hacia los colores que evocan conexión con la tierra, el agua y el aire, pero también emergen tonos más intensos que buscan revitalizar los espacios y aportar carácter.
Entre los favoritos de la temporada destacan los tonos arcillosos: terracotas suaves, beige tostado, sienas y cobres oxidados que generan una sensación acogedora y orgánica. Son colores que nos remiten a la naturaleza, a la estabilidad y a la calidez de lo artesanal.
En contrapartida, se imponen también los tonos joya, como esmeralda, zafiro y amatista, para crear puntos focales llenos de personalidad. Estos colores suelen aplicarse en detalles como tapizados, cortinas o elementos decorativos, y combinan especialmente bien con metales oscuros o acabados envejecidos.
Una gran sorpresa es la vuelta del verde salvia, que supo dominar paletas pasadas y que regresa renovado en combinaciones con grises cálidos y blancos rotos. También el azul profundo —más nocturno que marino— se afianza como un tono versátil, ideal para ambientes elegantes o relajantes.
Pantone aún no ha revelado su Color del Año 2025, pero todo apunta a que será un tono equilibrado, que dialogue tanto con lo introspectivo como con lo vital. Los expertos lo definen como un “color puente" entre la serenidad y la acción.
Texturas que se sienten: protagonismo sensorial
En 2025, el diseño busca que toquemos, sintamos, experimentemos. Las superficies ya no solo deben verse bien, también deben transmitir sensaciones al tacto. Se rompe así con la hegemonía de los acabados lisos y se apuesta por una diversidad táctil que estimule e invite a habitar los espacios de forma más plena.
El bouclé sigue firme en sillones, sillas y almohadones, aportando calidez visual y una suavidad envolvente. Su textura rizada y mullida convierte cualquier rincón en un lugar de descanso. A la par, regresan los tejidos rústicos como el lino grueso, el cáñamo y el algodón lavado, muchas veces con acabados deshilachados que refuerzan lo imperfecto como valor estético.
La madera en bruto, sin barnices brillosos ni pulidos extremos, gana terreno tanto en mobiliario como en revestimientos. Se buscan vetas visibles, nudos marcados y formatos que denotan origen natural. Es la madera en su versión más honesta y emocional.
Otra textura en ascenso es el yeso artesanal o estucado, que se aplica en paredes para crear volúmenes suaves, casi escultóricos, sin necesidad de recurrir al papel pintado. Esta técnica, muy presente en el diseño mediterráneo, suma carácter sin sobrecargar visualmente.
Los contrastes son la clave: cuero liso con textiles rústicos, mármol frío con alfombras de pelo largo, metales opacos con cerámicas esmaltadas. Lo táctil se transforma en una herramienta narrativa que complementa la paleta cromática.
El nuevo lujo: lo imperfecto, lo real
Si algo define el estilo 2025 es el concepto de lujo emocional. Ya no se trata de brillos, simetrías o superficies perfectas, sino de generar ambientes que conecten con las personas a través de lo auténtico. Materiales reciclados, fibras naturales y objetos con historia cobran más valor que lo puramente nuevo.
Esta tendencia va de la mano con una conciencia sustentable que se refleja tanto en los colores —inspirados en la naturaleza— como en las texturas —preferentemente orgánicas y duraderas—. El objetivo es crear espacios bellos, sí, pero también amables con el entorno y con quienes los habitan.